El parto de Cedric Dorje
Antes de que bebé llegue a nuestras vidas, me gustaría hablar sobre el nacimiento de Cedric.
El año que estuve embarazada de Cedric, me hice fan de «Gilmore girls», las veía a todas horas, sobre todo de madrugada, cuando ya no podía dormir bien. En varios capítulos se hace mención del cumpleaños de Rory (es una de esas series en donde ves crecer a los personajes, desde que tienen unos 15 años, hasta ahora que ya esta en la treintena), cada año, a las 4 am, Lorelai (la mamá) entra a su cuarto y despierta a Rory para contarle exactamente la misma historia: su nacimiento, así empiezan sus días de cumpleaños. «Yo también quiero hacer eso», pero después del parto de Cedric, quede en una especie de limbo e incluso escribirlo, me ha llevado más de un año.
Intente escribirlo en los primeros meses de maternidad y entonces me di cuenta que las decisiones que no pude tomar me pesaban y me hacían sentir culpable más de lo que imaginaba y la verdad, preferí no rascar esa herida, me daba mucho miedo deprimirme y sobre todo, sentía que no tenía tiempo para ello, así es que lo deje.
Hoy a modo de psicomagia, lo retomo, para hacer las paces y dejar ir.
Esta semana cumplimos 37 semanas de nuestro segundo embarazo, un embarazo puede durar hasta 42 semanas, aunque lo “normal” es que se termine en la semana 40, es decir, estamos a 3 semanas de llegar a mi fecha probable de parto.
En la semana 37 del embarazo de Cedric, todo empezó a torcerse. Habíamos pasado un embarazo muy tranquilo, muy cuidado (con mi obstetra y en el IMSS), me habían dado de alta de embarazo de alto riesgo (por protocolos del seguro, incluso mi médico familiar se disculpo por estresarnos de más), yo me sentía muy bien, más allá del cansancio normal de las ultimas semanas, cuando en la consulta de esa semana el obstetra nos salió, con que “tenia la presión alta”. Y con alta me refiero a que la tenía en 140 (lo normal es 120), lo curioso, es que solamente me salía alta cuando iba a consulta, en casa y con mi doula, mi presión era normal.
El obstetra solo me recomendó “reposo” y así llegue a la semana 39. Era lunes 6 de febrero, esa cita de control de convirtió en: te tenemos que provocar el parto, mañana. Mi peor pesadilla se volvía realidad: un parto provocado.
Sus razones fueron esquivas y nada claras, dijo que por la presión, dijo que por la azúcar, pero nunca desarrolle diabetes gestacional y tampoco me mando a hacer exámenes en las semanas en las que “tuve la presión alta” para ver si había proteína en mi orina (una de las formas de confirmar o descatar la preclampsia), tampoco me había pedido monitorear los movimiento del bebé ni nada particular.
Recuerdo sentir un hueco enorme en el estomago, todo lo que sabía para “defenderme” y proteger mi parto, se me olvido, no esperaba tener que “defenderme” ante él, todo el embarazo se había mostrado de nuestro lado, comprensivo, relajado, apoyando el parto natural, sin sobresaltos y de repente, ahí estaba, jugando la carta de: es peligroso para el bebé, uno aprende a no confiarse cuando se te muere un bebé (Wait, what? Enserio me esta diciendo que se le ha muerto un bebé…ahorita, un día antes de ingresarme)
Afortunadamente, no estaba sola, el esposo, mi esposo es la persona más preguntona del mundo y lo amo por eso, nunca se queda callado si tiene una duda, así es que pregunto si no podíamos esperar a que se desencadenara el parto, no faltaba mucho para las 40 semanas. De nuevo, le dio mil vueltas, nos metió miedo, nos dijo que íbamos a tratar de que fuera parto natural a pesar de inducirlo… Yo estaba aterrada.
Salí de consulta, con mi hojita de ingreso, totalmente aterrada. Tenía frente a mi los dos panoramas que más temía. El primero era un parto inducido, es decir, intervenido y por lo tanto muy instrumentado, pues ya sabía (lo había visto en mi curso prenatal y por mi propia cuenta) que una vez que se provoca el parto con oxitocina sintética, las contracciones suelen ser tan fuertes y sin descanso entre ellas (a diferencia de las normales) que casi todas piden (o les ponen aunque no pidan) epidural, lo cual lleva a no sentir cuando hay que pujar y quedar a merced de que alguien te tenga que decir cuando hacerlo, obviamente no pujas igual, el bebé batalla más para salir y pues te «ayudan» con la episiotomía y a veces, con fórceps o maniobras espantosas como la Kristeller (donde te apachurran la panza hacia abajo para que salga el bebé). ¿Para eso había pagado un médico particular? ¿Para acabar como en el IMSS?
Cuando ví, que mi hoja de ingreso una de las indicaciones para enfermería era darme una pastilla de misoprostol, intuí que todo iba a terminar en cesárea, lo cual, tampoco me tranquilizaba porque nunca, en mis 34 años de vida, había estado en un quirófano (de hecho, la única vez que había sido internada, fue al principio de mi embarazo y me dieron de alta al otro día)
Recuerdo que saliendo, fuimos a Costco, no recuerdo que teníamos que comprar, pero estábamos en el estacionamiento, Anuar me pregunto que quería hacer, si quería nos cambiamos de doctor y pedimos otra opinión, pero ¿cambiarnos de doctor en la semana 38? ¿Y si algo salía mal? Me iba a arrepentir para siempre. Me sugirió que llamáramos a Vicky, nuestra maestra del curso prenatal, hablar con ella me tranquilizo, me dio ánimos, me dijo que pasará lo que pasará me enfocara en mi bebé, en mantenerlo tranquilo y en pensar que en unos horas nos íbamos a conocer.
Fuimos con mis papás a darles la noticia, no pude evitar llorar cuando mi mamá me abrazo, también le avisamos a mi suegra, estaba contentísima, olvide pedirle que no lo publicara en fb, para nosotros no era la mejor noticia y lo que menos queríamos era gente preguntándonos por inbox porque nos habían programado 😑
Llegamos a hacer la maleta, a preparar cosas, casi no pude dormir. Me dormí recitando mantras.
Ingresamos al hospital a las 9. Me sentía algo ridícula por ir cargando mi pelota de yoga, mi calceta con semillas para los masajes…¿para qué? Me preguntaba interiormente, pero trataba de mantenerme realista. Mi papás llegaron al cuarto temprano, también mi suegra. Me dieron la pastilla y me dijeron que caminara. ¿Que carajos iba a dilatar en ese ambiente? Mi mamá y mi suegra en el cuarto, yo caminando, un ambiente desconocido, nervios, mucha luz, gente desconocida entrando y saliendo….Claro que no iba a dilatar nada, lo sabía. El cuerpo no funciona así…
Pasaron varias horas, no recuerdo cuantas, me dieron otra dosis…nada. Me aburría sentada en la pelota, trataba de enfocarme en mi bebé, en conectar con él o ella (no sabíamos que iba a ser), el doctor se vino a asomar alguna vez, para nada especial. Seguía dando vueltas en el cuarto.
Al paso de otro rato, el doctor regreso, le pidió a todos que salieran, menos a Anuar y me dijo que me iba a revisar. Yo pensé: ahora empezamos con los tactos inecesarios, me pidió que me subiera a la cama y apoyara las piernas en el colchón, el esposo me tomo de la mano. Se puso un guante y algo de lubricante y me dijo: necesito que te relajes. No ví ningún instrumento en su mano, no imagine nada más que un tacto. Pero de repente sentí un dolor espantoso, su mano empujando y entrando a mi vagina, hurgando, apreté la mano de mi marido, trate de no moverme y de repente, sentí mojado. Me había roto la bolsa. Dejen lo de preguntarme ¡Sin avisarme siquiera!
El líquido se veía bien, pero ya sabía para donde iba todo, iba a usar la carta del sufrimiento fetal e íbamos a terminar en cesárea. Me pidió que ya no me moviera ni me bajara de la cama “para que no le faltara oxigeno al bebé” (what?….) ya estaba muy derrotada y en ese punto, enojada. Cansada y adolorida, intente dormir un poco.
La siguiente vez que regreso fue para mandarme a que monitorearan al bebé, su ritmo estaba bien, empece a sentir contracciones muy leves, parecidas a calambres cuando te enfermas del estomago. Pero sabía que no me iban a esperar a que dilatara, además ¿qué iba a dilatar tan agitada? ¡sin moverme!, empece a hacerme a la idea de que en cualquier momento me iba a decir lo de la cesárea, empece a mentalizarme para la epidural, etc.
Anuar trataba de confortarme y mantenerme tranquila, pero tuvo que luchar más de lo que debía con todos en el hospital, porque a pesar de que habíamos dejamos muy claro que queríamos que él estuviera en TODOS los procedimientos, a la hora de la hora, el doctor no dejo las indicaciones y el personal de enfermería no lo dejaba pasar a varias áreas (por ejemplo, no lo querían dejar pasar conmigo a donde nos monitoreaban) entonces, aparte del estrés del parto, el estrés de esos espacios en los que se tardaba en lograr que lo dejaran entrar y yo ya me imaginaba sola, sin su mano, pasando por todo.
Me regresaron al cuarto y el doctor fue a avisarme lo que ya sabia: el parto no avanzaba (jamás me hizo un tacto para decir eso…), pero entre más esperaremos más posibilidad había de sufrimiento fetal y pues lo mejor era una cesárea. Casi casi le conteste: ajá.
Al quirófano llego todo el equipo rapidísimo. El anestesista me hizo platica para distraerme, me pidió que me pusiera de lado para ponerme el bloqueo, mientras lo hacia me preguntaba sobre el tatuaje de la espalda, yo trataba de contestar de forma desenfadada, la verdad, hubiera preferido mantenerme callada. Debo decir, que tenia mucha experiencia, no me dolío nada, solo sentí como si algo frío entrara por mi espalda, y luego se expandiera dentro de mí. Eso fue todo, en menos de 5 minutos, ya no sentía mis piernas ni nada. Me pusieron la sonda, me limpiaron, etc.
El doctor entro, supongo que me abrieron, tampoco sentí nada, trataba de enfocarme en respirar, en la mano de Anuar, en verlo, sé que también estaba aterrado. El anestesista me dijo: va a sentir un pequeño apretón, es para sacar el bebé. En efecto, sentí que me movían, pero no sentí dolor ni nada. Escuche que le decían a Anuar que si no quería tomar fotos. Y después, escuche, “es niño” alguien acerco a mí un bebé, apenas y pude besarlo, pero recuerdo pensar que olía muy rico. No lo pude abrazar, se lo llevaron inmediatamente a limpiar, pesar, etc. (A pesar de que habíamos pedido contacto precoz), entonces lo oí llorar y algo dentro de mí se acabo de romper…le pedí a Anuar que fuera con él. Ya teníamos escogido su nombre, así es que Anuar le hablo por su nombre y como por acto de magia, se tranquilizo. Eso también me tranquilizo a mí, si yo no podía estar con él inmediatamente, pero su papá sí, todo estaría bien.
Empezó a oler a quemado, me estaban cerrando, en vez de coserme me estaban cauterizando, de hecho, gracias a eso no tuvieron puntos que retirarme. Todo el procedimiento no duró más de 20 minutos.
Mi mamá dice que cuando vieron al doctor afuera, pensaron que apenas iba a entrar y ya hasta iba saliendo…a seguir haciendo sus cosas.
Me llevaron a recuperación, en donde estuve sola como una hora, pensando en mi bebé y en todo lo que había pasado. Nadie entiende el duelo que supone pasar por una cesárea, más cuando estas segura que no era necesaria, cuando te sientes violentada, minimizada.
Al otro día, me lo trajeron, bañado y vestido con la ropa que habíamos llevado. Me sentí tan mal por dejarlo tanto tiempo solo en cuneros. Pero ahora estaba ahí, era momento de enfocarme en la siguiente batalla: la lactancia.
Tal vez por eso, me aferre con uñas y dientes a mi lactancia, sí dar pecho dependía totalmente de mí, no iba a dejar que nadie me lo arrebatará.
Ya sé, ya sé, ya sé: lo importante es que nació bien y sano. Ya sé, me lo repetí todo el mes que pase durmiendo en un sillón reclinable porque no podía acostarme, me lo repetí en el postparto para sobrellevar la frustración de necesitar que alguien más me lo pasará que alguien más le cambiara el pañal, que alguien más lo bañara.
Hay quien cree que lo que me duele es no haber tenido un parto vaginal “como lo había planeado”, creanme que tenía muy presente la impermanencia, el hecho de que en estas situaciones las cosas no salen como uno las planea, no creo que haya una mejor forma que otra de nacer, no creo que un parto en casa o en un bosque sea mejor que un parto en hospital o una cesárea, lo que si creo, es que nos han arrebatado nuestros partos, nos infantilizan al grado de ni siquiera informamos los procedimientos que realizan, no para darles “permiso” como muchos creen, no, sino porque merecemos estar informadas, es nuestro cuerpo, es nuestro parto, es nuestro bebé. Me duele que me sentí traicionada, nosotros confiábamos mucho en nuestro obstetra, fue mi ginecólogo de toda la vida, siempre se porto ético, amable, comprensivo. Debímos irnos cuando nos dijo que parto en agua no, porque los bebes “se ahogaban”… no es justo, no es justo que se comporten así cuando uno ya esta en las ultimas semanas y saben que ya no vas a cambiar de doctor.
Entre más repaso las razones, más me doy cuenta que en realidad la única razón para hacerme cesárea era el típico “ahorrar tiempo”, SU tiempo, pero el tiempo que iba a tardar en recuperarme física y mentalmente no le importo.
Y ya que ese era su plan desde el principio, pues me hubiera dicho, me hubiera permitido decidir. Hizo lo que quiso, porque ni siquiera respeto nuestro plan de parto para una cesárea humanizada.
Prometimos, que sí nos volvíamos a embarazar, cambiaríamos de doctor. Solo regresamos para que me revisara la herida y otra vez para un chequeo general y preguntarle si ya podía embarazarme de nuevo.
Mi nuevo doctor en la primera cita, me contesto cuando le pregunte, si estaban muy cerca un bebé del otro -como mucha gente y conocidos doctores me dijeron-: usted no tiene que darle explicaciones a nadie de su vida reproductiva y es más, dígales que hasta va a intentar un parto natural. Obviamente, nos quedamos con él.
Aún faltan unas semanas, cualquier cosa puede pasar, pero aún si vuelvo a tener otra cesárea, sé que esta vez si tendrá un motivo real, que me van a explicar claramente porqué, que voy a tener la opción de decidir -si no es urgente- y que va a ser lo más humanizada posible.
Sirva este post para abrazar a todas a las que han sufrido algún tipo de violencia obstétrica, a las que han tenido que escuchar que la cesárea es «el camino fácil», a las que tuvieron que pasar por un postparto más complicado Gracias a las intervenciones innecesarias. Afortunadamente, hay luz al final del camino, cada vez hay más información realista sobre el parto, cada vez hay mujeres empoderandose para exigir respeto y compasión en esta etapa tan vulnerable, cada día hay más personal sanitario actualizándose en epigenetica y parto respetado, cada día hay más doulas y las parteras se están profesionalizando…ojalá también, todos estos recursos estén al alcance no nada más de los que tenemos para pagarlos.
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