Miedos de pandemia
Volvimos a semáforo naranja y estamos a nada de volver a entrar en rojo. Hay semanas enteras en que me encuentro navegando tranquilamente el encierro, como si fuera un día cualquiera en el que por una u otra razón no salimos a la calle, hay otros que se me juntan los miedos y se me desbordan las ansiedades.
Volvimos a semáforo naranja y estamos a nada de volver a entrar en rojo. Hay semanas enteras en que me encuentro navegando tranquilamente el encierro, como si fuera un dia cualquiera en el que por una u otra razón no salimos a la calle, hay otros que se me juntan los miedos y se me desbordan las ansiedades.
Al principio de la pandemia, repase los miedos más profundos, nos colocamos voluntariamente en los peores escenarios para tratar de dilucidar, de adelantar “que haríamos sí”…
Obviamente el peor escenario es perder alguno de nuestros papás, niños o uno de nosotros, nos volcamos en los detalles prácticos, ¿quién se iría a cuidar a los que cuidaba? ¿qué tramites se deben hacer? ¿qué cosas deberíamos pedirles que tengan en orden?
Conforme ha ido pasando el tiempo, lo práctico va dando paso a lo emocional.
Estamos en octubre, ayer pusimos el altar de muertos y por una mala elección de palabras hice llorar a Dorje cuando entendío de golpe que “todos vamos a morir”.
Ya más tranquilo, ha ido entendiendo que mis abuelitos y mi gato, ya no están, pero que yo los recuerdo y todavía los quiero, que lo hago todo el año pero esta es una temporada extra especial en la que lo hacemos más y les comparto cosas que les gustaba en vida.
Mis papás me tuvieron jóvenes, así es que cuando mis abuelos murieron yo pasaba de los veinte años. Vivían en el DF y murieron repentinamente, no hubo tiempo de acompañarles y despedirles. Y no supe tampoco acompañar a mi papá en su orfandad. Ellos fueron mis primeros y tal vez mis únicos muertos, así de bendecida he sido. Y tal vez por la distancia, el duelo me fue ligero y se diluyo, hasta cierto punto era “natural”.
Pero ahora, en medio de esta pandemia, tengo el sentimiento de que ninguna muerte es “natural”. Claro que lo es, yo sé que lo es, porque nuestro cuerpo es frágil, porque desde el momento en que nacemos nuestro fin último es la muerte, porque la enfermedad es parte de vivir en este cuerpo humano, pero aún así no se siente natural que tanta gente, tantas familias tengan tantos muertos al mismo tiempo, por la misma razón.
Y en esa espera, en ese miedo latente de que llegue a tu familia y se complique y alguien cercano se vaya, se empieza a desplegar un miedo que creo es propio de este momento en la historia de la humanidad: el miedo a no poder despedirnos.
La covid 19, nos obliga a morir solos ya sea en casa o en el hospital, el no poder despedirnos, el irnos rodeados de desconocidos, me parece desolador.
Yo tuve hijos grande, así es que, últimamente me ha asaltado el oscuro pensamiento, de qué mis padres o mis suegros enfermen y mueran y mis hijos no se puedan despedir de ellos y de que pasaría ahora que son muy pequeños. Que simplemente algún día tenga que informarles que ya no están, que ese día que jugaron fue el último, que no van a volver y que sobre todo, no hay forma de decirles dios.
Yo quisiera que ellos llegaran a viejos y que fuéramos capaces los cuatro de cuidarlos y acompañarlos en su proceso de muerte, me da miedo que no tengamos esa suerte de acompañarlos, de tomar sus manos mientras se van de sus cuerpos.
Al mismo tiempo me doy cuenta que eso puede pasar con o sin pandemia, porque la gente muere de repente, sin despedirse, todo el tiempo.
Y de repente entiendo la importancia de pasar cada momento con atención plena con la gente que queremos…solo que estamos en pandemia y no podemos ver, ni abrazar a la gente que queremos.
Sé que esto se va a acabar y lo que tenga que pasar va a pasar, pero hay días que siento, que esta tardando tanto.
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