Entre los pañales y el limpiar traseros
Entre explicar y empezar a escuchar.
El cuatro se rebela con palabras, ya no solo lanzas juguetes, lanzas palabras, lanzas miradas, empiezas a elaborar complejos mecanismos para mostrar tu frustración, para llamar la atención, para lastimarme (aunque no sepas que hay detrás del sentimiento de querer lastimar y aunque siempre te arrepientas inmediatamente).
A veces duele, pero no me lastimas. Yo sé, yo imagino, lo difícil que debe ser lidiar con tantas emociones nuevas.
Algunos días eres tan auto suficiente, que me sorprendo impaciente cuando decides volver a ser el niño pequeño que eres, que todavía viene a buscarme nada mas para pedir abrazos o que lo cargue, el niño pequeño que no quiere dejar el pecho ni ir a la escuela.
“Siempre vas a ser mi mamá” dices, “en todas mis vidas” respondo, y me quedo rumiando si en algún momento no querré ser tu mamá o si en algún momento tú no querrás que yo sea tu mamá. Ojalá mi mamá fuera otra, llegue a pensar en la adolescencia (otro limbo) ¿nos va a pasar a nosotros?
El cuatro se antoja un camino abierto, lleno de plantas y animales, bajo la luna, el sol y los planetas, rodeado por el mar, donde aún se escucha más risa que llanto.
El cuatro se parece a escribir una enciclopedia de nuevas definiciones, palabras, saberes, emociones. Se parece a un cine club infantil con las sesiones más animadas de análisis y las mejores botanas.
Lo mejor del cuatro, es que aún hay abrazos y besos, aún hay tequieros a todas horas y de la nada, aún somos lo más importante para ustedes y ustedes para nosotros, aún somos un núcleo solido de personas y gatos.
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