2015 y los tatuajes
Creo que los años más intensos que he tenido, han sido aquellos en los que parece que permanezco estática. Es como usar Lsd o alguna planta de poder: quien te vea desde «afuera» te verá acostado o sentado sin hacer nada, no puede ver que has cambiado tus ojos por los de un gato o […]
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- Mamá gato
Creo que los años más intensos que he tenido, han sido aquellos en los que parece que permanezco estática.
Es como usar Lsd o alguna planta de poder: quien te vea desde «afuera» te verá acostado o sentado sin hacer nada, no puede ver que has cambiado tus ojos por los de un gato o un chamán y que miras el tiempo detenerse, la unión entre dimensiones, colores que nunca habías visto o que escuchas por primera vez tu voz.
Viendo en retrospectiva, puedo platicar este año a través de mis tatuajes.
Aunque mi mamá todavía se enoja conmigo algunos días cada que me hago uno nuevo, la verdad es que los tatuajes ya no son nada raro. Casi todos mis conocidos tienen tatuajes.
La diferencia radica en el sentido que tienen; hay quien se vuelve adicto (y no lo culpo, es fácil) y ya no presta tanta atención a lo que se tatúa, lo importante es tatuarse lo más que puede, hay quien sigue la moda y se tatúa lo que esté en boga: un infinito, un atrapa sueños, una garza japonesa en origami, algo en acuarela, una corona. Otros lo hacen, pues porque #Yolo, estos son los que luego se arrepienten más porque se tatuan lo que sea, claro que 5 años después, ya no parece buena idea haberte tatuado el nombre de tu grupo favorito…de la semana.
Yo pertenezco a las personas clavadas que se tatúan algo por el significado. Resistí las ganas de tatuarme cualquier cosa solo porque se veía bonita o porque tenía dinero. Y básicamente y sin darme cuenta me tatué tres periodos importantes de mi vida que sucedieron este año.
El primero sucedió a principios de febrero. Hace apenas 47 semanas, según Instagram.
En febrero murió mi primer gato. Nunca se me había muerto un gato, mi única gata antes de Lomuffin se había ido sin decir adiós. Lomuffin llegó a casa como regalo de mi ex novio. Era «nuestro» gato y en la práctica era Mi gato.
Aún después de mudarnos y convivir dos años con Anuar, no se dejaba apapachar mucho por él y aprovechaba cada que Anuar se levantaba, para reclamar su silla como parte de su territorio. Anuar lo rescató muchas veces y me ayudó a cuidarlo en sus últimos días, cuando una agresiva infección urinaria lo consumió.
Estaba decidido que lo llevaríamos a dormir porque era claro que estaba sufriendo, pero Lomuffin decidió morir en mis brazos unas horas antes.
Lo enterramos bajo un bonito huizache. Y me puse en contacto con mi ex, para darle la noticia. Su muerte nos reconcilió, desde entonces platicamos seguido por Whats y en vivo cuando coincidimos en fiestas #porqueslpesunrancho.
No es que no lo supiera, pero toparte con la muerte de un ser querido te recuerda el breve espacio de tiempo que tienes para convivir.
Ese mes, me tatué está ilustración, un gato y un zorro tomados de la mano, el gato tiene un corazón mientras que el zorro sostiene un diente de león. Es obvio que representa nuestra pareja, pero también es un recordatorio de que nada es para siempre. Y no es algo triste, es motivo para vivir el ahora y aprovechar este tiempo que tenemos juntos: familia, amigos, parejas, mascotas; vida.
Adoptamos dos hermanitas: una calicó que bautizamos como «Amors» -y que extrañamente parece la reencarnación de Lomuffin en muchos sentidos- y una tipo Siamés que nombramos «Vida» y es la gata más miedosa de la comarca, pero también la que más nos busca para jugar (le gusta que le avienten pelotas de papel y traérlas de regreso).
El segundo, implica un compromiso. Como ninguno usa anillos, decidimos hacernos un tatuaje para celebrar nuestro matrimonio (sí, nosotros ya nos consideramos casados, lo demás es papeleo).
Es un tatuaje muy ñoño en muchos sentidos.
Cuando nos mudamos a vivir juntos, nuestro primer año fue idílico: trabajamos juntos en casa, nos levantábamos tardisimo, pasábamos mucho tiempo juntos, veíamos muchas pelis, series y anime y jugábamos videojuegos.
Compramos un Ps3 y cuando salió el juego producido por Ghibli lo adquirimos sin dudarlo.
Ni no kuni, es jugar una película de Ghibli, con personajes entrañables y momentos que te sacan lagrimitas y te reconfortan el corazón.
El personaje principal,Oliver, se enreda en un viaje de crecimiento personal en un mundo alterno en donde descubre que tiene el potencial de convertirse en un poderosos mago y, claro, salvar ese mundo que se encuentra en peligro.
Así es que va aprendiendo hechizos en su travesía, uno de esos hechizos es para sanar el corazón de los descorazonados por la bruja de la historia, entonces, le pide un pedazo de corazón a las personas que tienen «mucho» y lo entrega a quien le falta.
La runa de «Entregar corazón» es el símbolo que Anuar se tatuó. El símbolo de «Guardar corazón» es el símbolo que yo me tatué.
Además del significado obvio (y de mostrar nuestro fanatismo por Ghibli: Anuar me decía Ponyo antes) habla de la capacidad de ser receptores y emisores del amor (se me salió lo comunicologa) como pareja.
El amor que nace entre nosotros no nada más es para nosotros, buscamos compartirlo con gente que queremos mucho. No hay celos si él comparte ese amor saliendo con sus amigos o si yo comparto ese amor con los míos.
Supongo que no es algo que las parejas piensen mucho, pero nosotros lo hacemos: ¿Qué beneficio aporta para los demás seres nuestra unión? ¿Cómo podemos compartir nuestro corazón?
El último del año representa mi cambio espiritual. Este año decidí adoptar una filosofía de vida: budismo tibetano.
¡Hasta me bautize y todo! Tengo un nuevo nombre, más manejo de mis emociones perturbadoras, una comunidad religiosa, maestras maravillosas y un karma más limpiecito 😀
A Anuar también le llamó la atención y entro conmigo en este nuevo camino. El «tomo refugio» -adoptó el camino- en Agosto.
Mi último tatuaje del año, además de haber sido un golpe de mucha suerte -me lo hizo una chica francesa súper barato, después de que el tatuador que había escogido avisara que se iba 3 meses de México- representa ese cambio interno.
En el centro hay unos pulmones, para recordar lo importante que es respirar, meditar, vivir en el presente. Un corazón encierra esos pulmones, el corazón representa compasión hacia mí y hacia otros. El amor -y no necesariamente de pareja- como catalizador para la transformación. Las flores, representan la impermanencia: todo pasa, lo bueno y lo malo; solo respira.
Todo es una lección, hacerse un tatuaje es una enseñanza viva de que nada es para siempre: te duele mientras te lo hacen, pero ese dolor cesa y te deja una hermosa cicatriz que te acompaña el resto de tu vida, pero algún día, se irá contigo. Es lo único que te llevarás a la tumba y como todo, lo tendrás que soltar.
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