15 minutos de felicidad
¿Se acuerdan el dia que se dieron cuenta de que existian?. No sé si les ha pasado a todos, es decir, damos por hecho de existimos y lo que digo puedo parecer «redundante», pero creo que aunque existimos tomar la conciencia de que lo hacemos es otra cosa. Yo me acuerdo que fué ya hace […]
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- Mamá gato
¿Se acuerdan el dia que se dieron cuenta de que existian?. No sé si les ha pasado a todos, es decir, damos por hecho de existimos y lo que digo puedo parecer «redundante», pero creo que aunque existimos tomar la conciencia de que lo hacemos es otra cosa.
Yo me acuerdo que fué ya hace muchos años, cuando me miraba al espejo una noche, de repente me asalto el subdito sentimiento de la existencia, en menos de dos minutos me di cuenta de los alcances «cotidianos» pero transcendentales que tiene existir, existir, estar aquí, tener un nombre, una cara y un cuerpo, vivir una vida, vivir esta vida, este tiempo, saber que mi imagen se reproduce sin que yo puedo evitarlo en las mentes de las personas que me conocen, me sueñan, me evocan cuando me recuerdan y que eso, se quedará ahí en sus neuronas, hasta que ellos mueran, incluso sí yo muero antes. Senti miedo, miedo de darme cuenta de que no me puedo «salir» de mi misma, esta es mi vida y tengo que vivirla siempre, me guste o no, miedo de comprender a un nivel más logico la necesidad imperante del ser humano por reproducirse y dejar hijos que delegen su recuerdo a nietos, hasta finalmente perderse en la nada. La necesidad de ir dejando un rastro, un camino de migas virtual para que alguien que no me conoce, ni me conocio nunca, llegue a mí. Después de superar el miedo inicial, senti claridad, una claridad infinita, todo me parecio lógico y en su sitio, toda mi vida me parecio perfecta, me senti radiante. Después el sentimiento se desvanecio pero nunca olvidé ese momento en que me di cuenta de que existia.
Intenté durante años volver a caer en ese abismo de miedo y claridad que provoca mirarse a los ojos fijamente y concentrarse en uno mismo. Pero no volvío a pasar.
Antier estaba leyendo «Los tres pilares del Zen» de Philip Kapleu -del que ya he reseñado otro libro- , en los primero capitulos se explica la forma en que se debe hacer zazen -meditación para alcanzar la iluminación-. Explica cosas prácticas, es decir, como sentarse, como acomodar piernas y manos, como respirar, que pensar para ayudar al principiante, que puedo pasar durante el proceso. Me sorprendio mucho llegar a un punto en el que explica que la gente que hace zazen registra después de cierto tiempo «alucinaciones» -tienen un nombre particular, pero ahora no lo recuerdo y no tengo el libro a la mano- ven colores, o que las paredes se derriten o los tapetes se deforman -como en los viajes de LSD- escuchan cosas que nadie más escucha, e incluso se han registrado caso en los que alucinan cosas realmente complejas, como un buda en todo su esplendor, o gente cantando mantras, muchas de estas alucinaciones se confunden con la iluminación que es el fin del budismo zen, por eso deben de ser combatidas, es decir, aunque suena chido «alucinar» sin meterse nada, ellos lo ven como un estorbo en su camino a la iluminación -luego hay un brevisimo y curioso apartado en que refieren que un golpe te puede llevar tambien a la iluminación-. Hasta aquí, todo interesante y educativo. Sin embargo, cuando empecé el capitulo en el que empiezan a hablar de lo que es la iluminación, me quede pasmada.
Resulta que la iluminación tiene que ver con darse cuenta de que todos tenemos «naturaleza budica» -tambien ya habia hablado de eso en otra ocasión- es decir, que todos somos budas, pero que no sabemos que lo somos, a través de la meditación, tomamos conciencia de que existimos y de la naturaleza perfecta y armonizada con el universo que tenemos en nuestro interior. Ya sé que suena pachequisimo, pero así es. Después describe lo que se siente cuando alguien se «ilumina» y es una CLARIDAD INFINITA, UNA SENSACIÓN DE PERTENENCIA Y PERFECCIÓN. Justo lo que yo sentí aquella noche hace tantos años, para nada quiere decir que me haya «iluminado», no, para ello se necesitan muchisimas cosas -incluyendo un maestro con el que puedas corrobar la iluminación- y hay gente que medita durante 15 años para alcanzarla. Lo que realmente me hizo sentir como «tocada» fué sentir que estoy en el camino adecuado, pensar que aquella sensación de bienestar que yo bautizé como felicidad puede ser un estado permanente en mi vida. No es la felicidad que conocemos, no es estar siempre riendose o no tener problemas, no, es sentirse aquí, tener claridad, sentir que todo tiene un lugar un porque y un como, y notarlos, no dejarlo en simple «Fe» divina…
Ayer después de un viaje al reino de Oz, regresé a casa en mis zapatillas rojas y mientras caminaba por la horrible calle gris, me sentia bien. Mis pupilas estaban dilatas cierto, mis neuronas jugaban con colores y sonidos, cierto tambien, pero eso no me impidio sentirme infinitamente feliz por 15 minutos.
Hoy he vuelto a ser yo, anhelante de ese estado, como quien recuerda tiempos mejores.
-Ahora saben porque en la cabecera de este blog salgo sentada en media flor de loto con las manos formando un circulo -simbolo del zen-, esa es la posición para hacer zazen–
Esparta Palma
Esas alucinaciones es cuando tocas los confines de la matrix 🙂
Bueno, con respecto a la conciencia del ser, que es lo que se trata, es chido, cuando te das cuenta que estás, que eres parte del todo, parte de esa máquina tan perfectamente diseñada que es el universo (si, pacheco, pero lo es).
Lo de la iluminación, como dices, incluye muchas cosas, dejar las cosas vanales para unirse al todo, en todo, dejar las cosas de este mundo, incluídas las ganas de dejar rastro, pues al ser el todo, también eres nada.
Gracias Karmatron! por esas primeras enseñanzas budistas 😛
nitezdu
Hey maestro geek, como siempre gracias por su comentario,ultimamente quisiera ser nada, pero nada nada nada..jajaja…
Saludillos virtuales y un abrazo de oso (yo sé que en el fondo los adora)