El otro yo.
Son muchos los escritores que le causaron ese sentimiento de encontrarse «iluminada», son muchos -afortunadamente- los escritores que la inspiraron a escribir, emulandolos primero, copiandoles los temas, las ideas y luego, quitándose los disfraces para intentar, ser ella misma. De algunos, recuerda claramente la sensación de «brillar» después del punto final, entre esos, esta, Jorge Luis Borges […]
Son muchos los escritores que le causaron ese sentimiento de encontrarse «iluminada», son muchos -afortunadamente- los escritores que la inspiraron a escribir, emulandolos primero, copiandoles los temas, las ideas y luego, quitándose los disfraces para intentar, ser ella misma. De algunos, recuerda claramente la sensación de «brillar» después del punto final, entre esos, esta, Jorge Luis Borges y su Alpeh. Años después, «El jardín de senderos que se bifurcan» la llevo de la mano (y sin saberlo) a la física teórica, de la que ahora es fan.
Hoy se cumplen 25 sin Borges, ella, es una otra, aún sospecha que el grupo argentino de rock, «El otro yo», también es fan irredento de Borges.
«Otro yo»
Al otro Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en la terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía de¡ siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo i-ne dejo vivir para que Borges pueda trai-nar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no Une pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición.Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora, y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página
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Poema al inicio de «El jardin de senderos que se bifurcan»
En la ventana estaban los tejados de siempre
y el sol nublado de las seis.
Me pareció increible que ese dia
sin premoniciones ni símbolos
fuera el de mi muerte implacable.
A pesar de mi padre muerto,
a pesar de haber sido un niño
en un simétrico jardín de Hai Feng,
yo, ahora, iba a morir?
Despues reflexione que todas las cosas
que suceden a uno suceden
precisamente, precisamente ahora.
Siglos de siglos y solo en el presente
ocurren los hechos;
innumerables hombres en el aire,
en la tierra y el mar,
y todo lo que realmente pasa me pasa a mi.
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