Resumiendo…
Me parece increíble que mi último post haya sido de cuando cumplí 41. Ahora tengo 43 y este intervalo de tiempo, resumiendo, ha sido como caer por la ladera de una colina en la Sierra de Álvarez. Cada uno de los eventos que me han pasado en este tiempo merecen su propio post, pero hoy, […]
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- Mamá gato
Me parece increíble que mi último post haya sido de cuando cumplí 41. Ahora tengo 43 y este intervalo de tiempo, resumiendo, ha sido como caer por la ladera de una colina en la Sierra de Álvarez.
Cada uno de los eventos que me han pasado en este tiempo merecen su propio post, pero hoy, voy a resumir:
El mismo año en qué cumplí 41 años, en Octubre me enfermé de algo que resultó ser uña enfermedad auto inmune: artritis reumatoide seronegativa. Ahorita ya me da risa imaginarme mis anticuerpos todos pendejos atacando mi cuerpo, pero en ese momento, claro, no fue bonito, ni divertido.
Ahora que lo pienso, para mí ese fue el momento del tropezón, no alcancé a meter las manos y empecé a rodar por la ladera en la comprensión total y perfecta de lo que oía decir a mis papás cuando yo era chica: cuando no es una cosa, es otra.
Y esa otra cosa después fue mi suegra sufriendo un EVC dos días antes de su cumpleaños y aunque quedó paralizada de la mitad del cuerpo, se pudo ir a casa con nosotros un tiempo después e iniciar su recuperación. Nos aventamos pues, la lucha contra su adicción al alcohol y al cigarro, el habla que quedó afectada y la inmovilidad. Inmediatamente después de darla de alta, el esposo se tuvo que ir a Ensenada por un asunto de trabajo, yo ya tenía mis boletos de avión para acompañarlo pero acabé quedándome para cuidar a los niños y a su mamá. Sinceramente no imaginé que el primer adulto al que tuviera que cambiarle los pañales en mi propia vida de adulto fuera ella, yo pensaba que me iba a tocar con mi abuela, mi hermano o mis papás. Aquí hubo un final feliz y la suegra recuperó toda su movilidad, dejó el cigarro, se pasó (casi en su totalidad) a la cheve sin alcohol y pudo volver a hablar (aunque se le olvidan las palabras y platicar con ellas en una especie de juego de adivinar lo que quiere decir).
Arreglados estos asuntos siguió el esposo, que con tanto estrés (doctorado+trabajo+susto con la esposa +susto con la mamá) vio agudizado un problema de salud que ya venía arrastrando y decidimos que lo mejor era operarse, lo que nos llevó a otra (más breve) temporada de hospital y recuperación dolorosa en casa más perdida de rutina y estabilidad con los niños.
Llegué a los 43, ya no hice fiesta, ya no quiero nada, estoy cansada jefe, nomás quiero vida cotidiana, pero cuando uno se cae por la ladera a veces no hay de donde agarrarse y porque no, otra vez a unos días de su cumpleaños mi suegra se rompió la cadera. No crean, si he estado meditando sobre el karma que estamos pagando.
Y gracias a los muchos méritos que ella y nosotros y las personas que nos acompañaron física y espiritualmente yo creo, de nuevo corrimos con suerte de que fuera intervenida rápido, dada de alta rápido y al mes ya andaba caminando y ahora aunque le decimos que con bastón, la señora ya andaba caminando sin nada. Si debo (lo apunto) escribir un post sobre lo que aprendido de volverse anciano y perder autonomía.
Trabajo dando clases en una preparatoria con sistema militarizado (yo, jajajaja, la “muerte al estado”) y sigo sin poder terminar la tesis.
Lo bueno de caer por la ladera es que cuando vas cayendo no solo vez piedras y ramas, de vez en vez, de vuelta en vuelta vez el cielo abierto, hueles la tierra húmeda, vez los bichitos y si dejas de gritar (y si, si dejas de gritar en algún momento ) también puedes oír los cantos de los pájaros.

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